domingo, 26 de abril de 2020

TRES MIL NOVENTA Y NUEVE











Estoy inmersa en las redes sociales, soy muy activa y disfruto cuando me ponen comentarios.
No es que la gente sea muy parlanchina pero me conformo con que respondan.
Ahora me regocijo con un grupo que ha organizado Peru Ortiz de Mendívil en el que invita a publicar fotos de Las Arenas.
Tal y como está planteado no se sabe bien si es obligatorio haber nacido en Las Arenas, espero que no porque yo nací en Bilbao y ni siquiera viví en Las Arenas hasta que me casé, nosotros veraneábamos en Santurce, no obstante hacíamos la vida social en Getxo, con la dificultad de tener que pasar el puente colgante y en mi caso, que no en el de mis hermanos varones, la obligación de estar en casa a las diez, para rezar el rosario en familia y cenar.
Así crecí.
Luego dicen que tengo fama de rebelde, me entra la risa.
Ya casada vinimos a vivir a Las Arenas y mi vida cambió.
Siempre me ha gustado hacer fotos y ahora con el iPhone es cómodo y no hay que pensar.
No es que Las Arenas sea un pueblo con interés histórico o arquitectónico pero tiene algunos sitios con encanto, tanto para pasear como para sacar fotos, además del puente colgante que cuando se pasa por la parte de arriba es como estar en un avión o por lo menos en un helicóptero.
La playita es pequeña, no he estado nunca pero supongo que para los que viven cerca será útil.
Pasear por el muelle resulta muy agradable y Zugazarte  tiene un encanto especial.
Hay algunos parques escondidos a los que me gusta ir para ver árboles, por ejemplo el parque Cervantes en el que solo los domingos hay sitio para aparcar.
La zona de Ondategui tiene casas bonitas, antes pertenecían a una sola familia, ahora en algunas han hecho apartamentos.
Del río Gobelas prefiero no hablar porque se me inundó la casa cuando vivía en Negubide.
No guardo buen recuerdo.
Todo cambia.










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