miércoles, 15 de abril de 2020

TRES MIL OCHENTA Y NUEVE










A medida que me voy conociendo aprendo a escuchar a mi cuerpo y darle lo que necesita.
Estando delicado, con las defensas bajas, me ha convertido en una persona de alto riesgo.
Tengo que tratarle como si fuera un niño pequeño, casi un bebé.
Quiere tener rutinas y cumplirlas.
Un día fallé, en vez de darle de comer a la hora acostumbrada me retrasé y todo se alteró, no le di la cena, tardé en dormirme y al día siguiente no me encontraba bien del todo.
Tengo que ser muy seria con los horarios.
Estoy atenta para saber lo que me pide, se lo doy y a cambio él me da un bienestar que crece cada día.
También he constatado que es necesario admitir que soy una persona con discapacidad.
Es posible que mi pierna mejore con el tiempo, con una alimentación adecuada, macrobiótica a poder ser y Pilates cuando llegue el momento, no obstante no debo tener expectativas.
Los traumatólogos que me han visto ponen dificultades, nadie me aconseja que una operación vaya a ayudarme, más bien lo contrario, creen que debo aceptar mi situación y aprender a vivir con ella.
Me ha costado aceptarlo porque antes de la leucemia estaba mucho mejor, la quimioterapia afecta a las articulaciones y al tener esa rodilla tan machacada, se ha puesto peor.
Gracias a los analgésicos voy tirando, sin embargo mientras tenga que andar con dos muletas solo puedo trabajar sentada, imposible estar de pie.
Si me organizo bien soy capaz de hacer muchas cosas.
Hoy, sin ir más lejos, sentada en un taburete alto de los que se usan para pintar, he empezado a meter libros de los que quiero desprenderme, en una caja de cartón.
Quiero quitar del medio todos los libros que no necesito y quedarme solo con los de referencia.
Voy viendo y recordando los libros que tengo, algunos realmente interesantes, no sé lo que haré con ellos.
Cada día me siento un poco mejor.
Me da gusto tener ganas de estar ocupada y poner orden en mis asuntos.











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