domingo, 12 de abril de 2020

TRES MIL OCHENTA Y SEIS











No me ha quedado más remedio que eliminar el texto que publiqué ayer, no he podido dejar de pensar en que no estaba redondo.
Me interesa mucho el tema que toqué en contra de la globalización y la necesidad de evitar la uniformidad, pero tengo que seguir estudiando antes de hablar.
Solo soy capaz de publicar cuando escribo sobre algo que sé a ciencia cierta.
Nunca me ha convencido la idea de la globalización, soy dada a respetar las culturas de cada pueblo, me duele en el alma cuando intentan y consiguen que desaparezcan razas enteras con sus lenguas, sus legados, solo pensarlo me entristece profundamente.
Yo misma lo he vivido en el país vasco que es donde he nacido, me robaron el Euskera, casi ni sabía que existía hasta que me sorprendió oírle a la doncella que servía la mesa en casa de mi abuelo, dirigirse a él en esa lengua.
Mi abuelo paterno pertenecía a una familia de Santurce y por lo visto de pequeño le hablaron en Euskera aunque en invierno vivían en Bilbao.
Solo en los pueblos lo conservaron a escondidas y con temor de ser encarcelados.
Así hemos llegado a donde estamos.
¿Cuándo aprenderemos que con la represión no se consigue nada bueno?
El tema del cambio climático, otro tanto de lo mismo.
Ya se ha resuelto.
Poco pide la naturaleza, en unas semanas todo ha vuelto a su sitio.
Ojalá aprendamos algo, pero me temo que el dinero sigue siendo más importante que la salud para los líderes que hemos elegido y que gobiernan nuestras vidas.
Me da vergüenza que hayamos tenido que llegar hasta aquí y que sigan hablando de volver a donde estábamos.
A pesar de todo, conservo la esperanza porque ya somos muchas las personas que queremos vivir en paz y en armonía y no nos hace felices ver tanta diferencia entre los pobres y los ricos, es un disparate.










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