viernes, 6 de julio de 2018

DOS MIL DOSCIENTOS SESENTA Y NUEVE







Ayer estuve visitando a los caballos.
Hacía tiempo que no iba y les echaba en falta.

Desde que me doy la pomada de marihuana estoy más animada y ya no tengo esa necesidad de quedarme en casa, me apetece salir de vez en cuando.
Los caballos ya habían cenado y estaban de retirada, por lo que no querían jugar como otras veces, pero me alegré de verlos.
Quador seguía con sus timideces.
Le costó reconocerme, pero en cuanto lo hizo escondió la cabeza y hasta que no me marché no la sacó.
Lo bueno es que en cuanto me voy, hace ruidos para llamar mi atención.

La zona de Mendiondo ha perdido encanto, está un poco abandonada y se venden muchos terrenos y caseríos.


Antes de ir a ver a los caballos pasé por Artea ya que tenía que hacer unos recados, pero salí escopetada.
Las rebajas de Zara hacen estragos y estar en esa tienda es peor que un domingo en las barracas.


Llegué a casa cansada pero contenta y he dormido como un lirón.







No hay comentarios:

Publicar un comentario