domingo, 22 de julio de 2018

DOS MIL DOSCIENTOS OCHENTA Y CINCO







Por fin ayer me decidí a ir a Bilbao para ver Happy End de Haneke.
Me mantuvo hipnotizada.
Considero que es una película de la que se puede hablar largo y tendido.
Está relacionada con puntos oscuros que en mayor o menor medida todos albergamos en nuestro interior y rara vez nos damos cuenta.

Yo no me considero capaz de recomendarla ni lo contrario, ni tan siquiera de hacer una crítica, me queda mucho por digerir, lo que puedo asegurar es que me fascinó y ni por un momento dejé de mirar a la pantalla con los cinco sentidos despiertos y atentos.











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