lunes, 2 de julio de 2018

DOS MIL DOSCIENTOS SESENTA Y CINCO







Cuán más leo y conozco la obra literaria de Luis Alberto de Cuenca, más la entiendo y me enamora.
Además tiene la ventaja de que se prodiga, por lo que si sigo tan entusiasmada, voy a tener entretenimiento para rato.
Todavía no he leído su prosa, solo sus poemas que releo una y otra vez.
También veo videos en los que da conferencias y concede entrevistas.
Sabe tanto que a veces me pierdo, no me detengo para saber de quien me está hablando, es imposible seguirle, pero disfruto muchísimo, es un gran poeta y un erudito.

A medida que leo Bloc de Otoño le voy conociendo y aparte de las menciones que hace a los personajes de los cómics, que le encantan y en los que yo dejé de interesarme cuando empecé a hacerme mayor, me deleito en sus textos realistas, sin pretensiones, llenos de sabiduría y de entusiasmo.

Celebro haberle conocido y le considero uno de mis amigos, uno de esos que siempre tengo en la mesilla de noche, a los que acudo a menudo y no me defrauda.

Leer a Luis Alberto de Cuenca es un canto a la vida.







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