lunes, 10 de febrero de 2020

TRES MIL VEINTISÉIS









Ha cambiado mi estado de ánimo de una manera inesperada.
Me daba cuenta, sorprendida, de lo tranquilos que estaban mis nervios hasta que de repente, a nueve días de terminar la quimioterapia me ha entrado una especie de vértigo.
Veo a los que han sido mis compañeros durante estos meses que ya están haciendo vida normal, se encuentran estupendamente y la vida me llama, me está esperando.
Mi caso no va tan rápido porque la rodilla me obliga a ir despacio pero mi cabeza se altera, pide guerra, quiere jugar.
He hablado con el hematólogo y me ha cambiado la medicación para que pueda seguir yendo al hospital.
Falta tan poco.
Parece mentira que esté tan cerca del final.
Hasta ahora no me lo había creído.
Cuando mi hijo Jaime me decía:

Ya verás qué bien vas a estar después, mucho mejor que ahora.

No me lo creía, le obligaba a que me contara una y otra vez la historia de ese amigo suyo que tuvo lo mismo que yo y ahora está mil veces mejor que antes.
También Piedy me habló de un chico que ahora está haciendo trekking.
Me conformo con menos.
De momento si me vuelve el sentido del gusto entre otras menudencias, estaré encantada.

No puedo parar de dar gracias al cielo por la suerte que he tenido, hay tantos cánceres que no tienen tratamiento...
Estoy entusiasmada, solo me queda la recta final.
Controlarme, calmarme, acordarme de que no existe la prisa.









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