sábado, 6 de abril de 2019

DOS MIL SETECIENTOS CUARENTA Y UNO








Ayer la vida me sorprendió con un pequeño milagro que me hizo feliz.
Había publicado en Facebook las fotos e historial de una chica de Brasil, a la que le habían salido unas exageradas protuberancias en las caderas, sobre todo en la parte derecha de su cuerpo, que iban desarrollándose y cada vez pesaban más. Le complicaban los movimientos más simples que exige la vida para tener autonomía. La enfermedad se llama Fibromatosis tipo I. 
Además del complejo que trataba de superar, le dolía y se había deformado tanto que la gente la miraba sin recato.

Visitó a muchos médicos pero ninguno se atrevía a intervenir.
Pues bien, ayer apareció un cirujano indio que vive en Delhi que, entusiasmado con la idea de operarla, le devolvió la esperanza.
Todo era muy sencillo, se limitó invitarla a ir a Delhi en donde él, que es un experto, solucionaría su problema.

El doctor Raj Banewal, con quien tengo amistad por ser estudiante de Prem Rawat como yo, vio la foto de la chica e inmediatamente reaccionó.
No sé como se desarrollarán los acontecimientos, ni siquiera si la chica llegará a ver la invitación del doctor Benewal, pero bien podría ser el principio de la solución a un gran problema.

Me quedé pensando en el maravilloso encuentro y recordé que cuando estuve en el Museo Indio de Kolkata, antigua Calcuta, me impresionaron las fotos de las enfermedades que existen en India, deformaciones que jamás hubiera imaginado.
Deduzco que por eso los doctores indios están preparados para curar enfermedades tan extraordinarias como la de la chica, cuya foto publiqué hace unos días.













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