viernes, 26 de abril de 2019

DOS MIL SETECIENTOS CINCUENTA Y CINCO








Estoy en contra de los voyas, me refiero a decir “voy a” porque a lo largo de mi vida he comprobado que es una frase que no tiene consistencia. Lo he visto en las personas con las que trato y sobre todo conmigo misma.

No obstante hoy quiero hacer una excepción porque el tema que me ocupa lo merece, se trata de mi voto.
Votar no solo es un derecho sino que también lo considero un deber respecto a las sufragistas que tanto lucharon para conseguirlo.
En el último National Geographic España he podido leer varios textos dedicado al Feminismo a través de los cuales se ha aumentado mi gratitud hacia esas mujeres que lucharon exponiéndose a cárcel y muerte por conseguir algo que hoy en día parece pura lógica y hace que yo me sienta más respetada como ser humano.
Cuando Pablo Iglesias salió a la palestra y empecé a escucharle con un interés que nunca había sentido en los asuntos políticos le voté sin dudarlo, más contenta que unas castañuelas. Todavía recuerdo con entusiasmo aquel día que celebré yendo a Guernica y comiendo en Boliña el viejo.

Tiempo después los desencuentros internos de los podemitas mermaron mi confianza en ellos y dudé.

Hace unos días mantuve una interesante conversación con Mattin, de cuyo criterio me fío bastante y llegué a la conclusión de que lo mío es votar a Podemos porque aunque no ganen, por lo menos seré coherente conmigo misma, que en definitiva es lo que me importa.
Cuando habla Pablo Manuel Iglesias Turrión algo en mi se relaja, tengo la sensación de que sabe lo que dice y además no miente.

Creo que puedo fiarme de él.








No hay comentarios:

Publicar un comentario