martes, 16 de abril de 2019

DOS MIL SETECIENTOS CINCUENTA








Ayer vinieron a casa Mattin y Odita y celebramos el cumpleaños de mi hijo, que había sido el día trece de abril.
Solo faltó Lisa que vendrá mañana, ya habían tenido su fiesta en Berlín.
Resultó muy bien, todo estaba muy bueno pero yo que me cuido tanto, noté que el vino me afecta de tal manera que no me compensa. He pasado una noche difícil.
A las cinco de la madrugada me desperté y me tomé una umebosi. En vista de que la acidez persistía, me tomé otra y conseguí que mi cuerpo volviera a un estado agradable, por lo que hoy ya estoy en plena forma.
Podría tomar la resolución de no beber alcohol nunca jamás pero no me apetece, porque aunque a diario no bebo, cuando como fuera me suele apetecer tomar una copa de crianza, con eso me conformo y me alegra la existencia. Lo malo es que ayer Mattin quiso txakolí de Gorka Izaguirre que es muy suave, casi ni se nota que tiene alcohol, parece un zumo y se toma con excesiva facilidad, por lo que pagué la factura.
He acostumbrado mi cuerpo a una alimentación macrobiótica sana, solo productos ecológicos y me sienta tan bien que ya no aguanto salirme de ese camino.
Ayer hice una excepción, ojalá recuerde la próxima vez que no me compensa.

Lo bueno fue que charlamos, nos reímos y nos divertimos.








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