viernes, 5 de abril de 2019

DOS MIL SETECIENTOS CUARENTA








Cierran el bosque de Oma por una enfermedad de los pinos.
Hasta cierto punto me alegro.
Siempre he estado en contra de que se intervenga la naturaleza con propósitos estéticos. 
Ni me gustó el bosque de Oma ni las demás intervenciones de Agustín Ibarrola, que fue mi profesor en Bellas Artes, primera promoción cuando la inauguraron en Bilbao, en el museo de Arqueología porque no había otro lugar.
Ibarrola nos enseñó el linoleum, una manera sencilla de trabajar.

También se me torcía el gesto cuando Chillida se empeñaba en vaciar el Tindaya, montaña sagrada de Fuerteventura. Gracias a Dios no lo logró.

Es diferente lo que hace Christo cubriendo con telas algunos lugares emblemáticos, como lo que se podrá ver en París en 2010: 
El arco de Triunfo será envuelto con tejido reciclable y estará visible durante catorce días.
Este proyecto, financiado por su autor, ha tardado sesenta años en concretarse.

Existen diversas maneras de intervenir la naturaleza que no causan heridas, se reducen a cambiar el espacio durante unos días, lo que me parece razonable. 










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