domingo, 4 de febrero de 2018

DOS MIL TREINTA Y SEIS








Hay temas en los que nunca he indagado, no sé si porque no me interesan o porque me da miedo sentirme culpable.

Cuando estuve enferma, pasaba tanto tiempo sola sin poder moverme, con la clavícula y la pierna rotas, encontrándome mal, con dolor y sin ganas de nada, que empecé a profundizar en mi vida y me asustaba tanto, que intentaba cambiar el pensamiento.
Todo estaba relacionado con al daño que podía haber hecho a mis padres y a mis hijos.


Cuando era toxicómana, lo único que intentaba era encontrarme bien.
Lo que me impulsó a probar el hachis fue la curiosidad y al ver que el estado en que me 
colocaba, me relajaba y me ayudaba a sentir cosas especiales que desconocía, seguí experimentando y al tomar ácido lisérgico, descubrí algo tan nuevo y expansivo que me encantó.
Era como entrar en otra dimensión.
Se me abría el cerebro, veía los pensamientos de la gente, todo estaba envuelto en maravillosos colores, veía las auras, me reía hasta tenerme que tirar al suelo.
El campo era el lugar mas adecuado para ese viaje, con los animales me entendía estupendamente.
No me apetecía estar con gente, ni quería hablar, solo dejarme llevar, observar, sentir.
Cada vez que tomaba LSD suponía gran desgaste físico y mental, no obstante en cuanto me recuperaba, me tomaba otro
Durante una temporada lo pasé bomba, pero cuando decidí parar, me encontré con una depresión tremenda, de la que me costó recuperarme.



Ahora prefiero no seguir con este tema, porque solo con recordarlo me encuentro incómoda.
Además tengo lagunas entre las temporadas.


Estoy tan contenta de haber salido de ese mundo tan engañoso, que cada día doy gracias al cielo por haber vuelto a mi esencia y ser una persona normal, con apetitos normales y soy feliz tomando un buen jamón con una copa de vino tinto y un trozo de pan recién horneado.







No hay comentarios:

Publicar un comentario