miércoles, 14 de febrero de 2018

DOS MIL CUARENTA Y SEIS








Me dan ganas de llorar cada vez que me entero de que ha desaparecido una lengua o un dialecto.
Parece ser que en este momento hay alrededor de siete mil lenguas vivas en todo el mundo, siendo Papua Nueva Guinea, donde más lenguas se hablan en proporción a los habitantes.
Todavía hay etnias que defienden su lengua, así como sus costumbres, no quieren perder las tradiciones, lo que significa un enriquecimiento cultural, del que carecen los que desean hacer del mundo, un parque temático monocromático.

No solo me gustan los diferentes idiomas y dialectos, sino que también soy capaz de disfrutar, cuando me adapto, de los acentos.
Al principio me cuesta, a los andaluces casi no les entiendo pero poco a poco, me voy dando cuenta de que tienen sus propias palabras y les sigo la corriente.


A pesar de los sustos que me produce al principio, me gusta estar al día de las palabras que admite la RAE y así se consideran correctas.

Una de las que más me sorprendió fue “toballa” que significa toalla.

“Culamen, pechamen y muslamen” también están incorporadas.

“Albericoque”
“Otubre”

Hay muchas más, pero estas son las que me han parecido más graciosas.

Yo agradezco que me corrijan cuando digo algo incorrecto, me hace feliz saber, aprender y sobre todo en lo relativo a las palabras.
Aunque a la primera a lo mejor no se me queda, cuando me lo repiten una y otra vez, ya se me mete dentro y lo aplico cuando llega la ocasión.


Manolo Gandía, extraordinario dibujante con quien estudié Bellas Artes, también daba importancia a la corrección en el hablar.
Un día que habíamos ido al campo para dibujar del natural, me comentó que su madre le ponía nervioso, por lo mal que hablaba el castellano.

¿A que te refieres?
¿Acaso dice habría en lugar de hubiera o hubiese?

¡Quevá!
Mucho peor.

Dime algún ejemplo para que me haga una idea.

 “Zenahoria”.

¿No le corriges?

Si, pero ella declara que toda la vida ha dicho “zenahoria” y siempre le han entendido.

Tiene razón.
A lo mejor nosotros somos unos maniáticos.

No, yo creo que es mejor hablar con corrección.


¿que tal va tu paisaje?
Bien, ya casi lo he terminado.
¿tu?

Yo también, ahora tengo hambre.
Podemos ir a Gámiz a tomar un talo con chorizo.

¡Buena idea!

Te ha quedado precioso, seguro que lo vendes.

Eso espero, he quedado con un cliente esta noche para tomar una copa en el Whisky Viejo, espero que lo compre.

¡Estupendo!






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