lunes, 12 de febrero de 2018

DOS MIL CUARENTA Y CUATRO







He dedicado el fin de semana, entre otras cosas, a ver Handía.
Es una película muy especial.
Si los que no son vascos la han considerado digna de tantos premios, para mi, que soy de Bilbao, es comprensible que me haya tocado algunas fibras sensibles.
Además, está hecha con tanta delicadeza, que me ha llegado al corazón y eso que desconozco la vida en los caseríos, aunque me encantaría saber un poco más.

Durante una temporada me dedicaba a ir a los caseríos de Uribe Kosta, sobre todo a los más antiguos y deteriorados, les hacía fotos y en casa los pintaba al óleo, después de haber trabajado los bocetos para conseguir una síntesis, ya que me gusta explicar el caserío con la mínima expresión de trazos.

Tuvieron tanto éxito, que ya no me queda ninguno de aquella época, excepto uno de los primeros que estuvo colgado en Arteder y se quedó en casa de mi madre.
Ya ha desaparecido.
En él vivía el jardinero de la familia Icaza, en Berango, junto con su familia, y al hacer la urbanización, lo destruyeron, solo queda mi caserío como recuerdo.

Cuando murió mi madre y me preguntaron a ver con qué cosas quería quedarme, dije que con mis cuadros.
Era lo único que me interesaba.

Mi casa es muy pequeña y yo soy minimalista, me gusta el vacío y todavía necesitaría deshacerme de muchas cosas para ser feliz, algo difícil de conseguir, ya que mis hijos son acumuladores compulsivos, sobre todo los chicos.
Sueño con espacios vacíos, con lo estrictamente necesario, perfectamente ordenado.
Me fascina la decoración japonesa.

Cuando voy a un hotel y llevo la maleta de cabina con dos pantalones y cuatro camisetas, me encanta recoger todo en menos de cinco minutos.
Además, no me queda más remedio que discurrir para combinar la poca ropa que tengo.
Si por casualidad paso por delante de un Zara, entro y siempre encuentro alguna novedad que pone al día lo que ya tenía.
Casi siempre me visto en Zara, es mi tienda preferida, va bien con mi estilo de vida y con mi presupuesto.
Además, no pierdo tiempo.
Dado que no hago vida social, no necesito grandes cosas.
Ni siquiera cuando viajo cambio de tienda.
En Zara siempre encuentro lo que necesito.

Antes dedicaba más tiempo a la ropa pero ahora, como tengo sobrepeso, prefiero no mirarme demasiado al espejo.







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