sábado, 30 de enero de 2021

CUATRO MIL DOSCIENTOS TREINTA Y UNO

 





Cuando aparecen las mimosas yo ya entro en primavera, me pongo de buen humor y lo único que hago es mirar a ver si siguen las flores donde las dejé la última vez.

Cerca de mi casa, en la curva, hay unos cuantos árboles perezosos, le cuesta florecer y cuando lo hacen no consiguen el amarillo cadmio tan especial que tienen las de la Galea, por ejemplo, las que están cerca del cementerio de Getxo.

El contacto con la naturaleza me llena de alegría y el contacto con las personas más todavía.

Debido a la escasa vida social que he hecho en los últimos años, exceptuando la del hospital de Cruces que es muy satisfactoria, la que hago ahora es virtual, no me quejo siempre es mejor que nada y además no corro peligro de contagiarme.

Tengo débil la voz, lo cual no me impide entablar conversación con las pocas personas con las que tengo ocasión, pueden ser conversaciones muy cortas y superficiales pero me entretienen y dan calor a mi corazón.

El móvil nos ha individualizado, es difícil interrumpir a una persona que está concentrada en su celular, aún así, si necesito una información no me corto, pido disculpas pero pregunto y salvo raras ocasiones, la gente suele ser bien educada y son capaces de quitarse los cascos y hacerme caso, a veces me paso un poco de vergüenza, no obstante me resulta tan difícil ver con las gafas empañadas con la mascarilla, que lo hago y salgo de dudas.

Ahora uso siempre las FFP2 porque con esas no me contagio, son las más seguras, he pedido un paquete de cien en Amazon para que las usemos todos los de casa, así estamos más protegidos que con las quirúrgicas.









1 comentario:

  1. No te apures y aprovecha para respirar bien cuando esté tranquilo.

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