viernes, 25 de septiembre de 2020

CUATRO MIL CIENTO VEINTITRES






 Ayer tuve un día tan intenso que casi no podía dormirme, por la alteración de tantas cosas como me habían sucedido sin salir de casa.

Me ha cambiado tanto la vida en todos los sentidos, tanto tanto tanto, que yo también he cambiado y a veces no me reconozco.

Lo bueno de todo, lo mejor, es que estoy más tranquila y eso es estupendo, tengo problemas con los nervios y poder controlarlos a base de desarrollar la paciencia, ha sido un gran paso. 

Pues bien, para empezar la tarde vinieron a casa los de Subastas Bilbao XXI que venden mis cuadros, me dieron dinero y se llevaron más cuadros para mostrarlos en la próxima subasta.

Inmediatamente me compré un ordenador nuevo.

Considero imprescindible en mi actual andadura tener los mejores dispositivos, hasta tal punto que estuve mirando un iMac profesional, pero hubiera sido ridículo encargarlo porque no entendía nada da nada de lo que ofrecía; ya había mantenido una conversación extensa sobre el iMac que me convenía para mis trabajo actual que está basado sobre todo en las fotos, así que fue rápido y nada pesado.

Paso muchas horas delante del ordenador, no solo por mi trabajo sino también porque tomo clases online de macrobiótica, de electrónica y de escritura, además del voluntariado que es el que más me interesa del que no puedo hablar porque es confidencial.

A las siete tuve la clase de Escritura que por fin la hicimos con Zoom y resultó muy bien.

Al profesor le gustaría que nuestro nivel de lectura fuera más alto, pero yo no me siento capaz de leer lo que él nos recomienda, como por ejemplo " La escritura en un junco" del que leyó él mismo unos párrafos y no me enteré de nada, tenía la sensación de que estaba leyendo a los griegos de quienes tanto hablaba Oteiza y otros grandes lectores pero yo, aunque me de vergüenza, reconozco que cuando me metí en la cama leí con interés el último libro de Jimmy Jiménez Arnau.






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