lunes, 28 de septiembre de 2020

CUATRO MIL CIENTO VEINTICINCO

 





Tengo la costumbre de publicar mis fotos en Twiter añadiendo una frase que pueda resultar interesante y de paso aprendo y recuerdo maneras de ser mejor.

Hoy he recurrido a Lacan y como me hacía pensar demasiado y no tengo la cabeza ligera, me he ido a Guillermo Borja, cuyo libro "La locura lo cura" me gustó tanto en su día, que no solo lo volví a leer, sino que lo recomendé a personas que me lo agradecieron.

Quería tranquilizarme porque mañana tengo que ir al hospital de Cruces para que me hagan una absorción de médula, que no es nada del otro mundo, excepto que del resultado depende la curación de la leucemia. Ya me han hecho algunas y en principio no me hacen mucho daño, es aguantable.

Podría, debería estar tranquila pero me notaba nerviosa, necesitaba algo que me calmara porque hasta me sentía medio enferma y he tratado de achacarlo al cambio de temperatura, he puesto la calefacción, aún así ha tenido que ser la lectura de algunos párrafos de Guillermo Borja lo que me ha ayudado.

Me he deshecho de muchos libros interesantes, sin embargo me ayuda más ese libro que todos los de autoayuda que tenía en mi biblioteca antes de vaciarla.

Ha tratado con muchos psiquiatras, psicólogos y terapeutas pero jamás me han recomendado "La locura lo cura" y cuando lo he mencionado, no solo no lo conocían, sino que tampoco mostraban interés en hacerlo.

¿Por qué habrá tanta distancia entre al paciente y el terapeuta?

¿Por qué parece que la autoridad está en el terapeuta y el paciente es como un mendigo?

Me cuesta entenderlo, en realidad solo son roles que pueden intercambiarse según las circunstancias.

Tenía razón Calderón de la Barca en su obra "El gran teatro del mundo".












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