miércoles, 16 de septiembre de 2020

CUATRO MIL CIENTO DIECISÉIS










A medida que me voy conociendo me doy cuenta de que he nacido con vocación de aprendiz.
Adoro aprender, desde lo más insignificante hasta lo definitivo.
Estoy hambrienta de sabiduría, por eso, dedicarme a practicar el conocimiento de mí misma llena mi vida de sentido.
Es mi propósito y tiene la gran ventaja de que se puede aplicar a todas mis acciones.
Hoy, por ejemplo, tenía un rato para hacer fotos antes de la clase de Pilates y hacía un tiempo espléndido, me encanta que el cielo esté azul y la luz diáfana.
Me ha apetecido ir a la zona de Las Arenas en la que, pasado el puente colgante, se ve Portugalete, justo donde se pude pasar la ría en bote.
Se le sigue llamando bote porque hace muchos años, cuando yo era pequeña y veraneaba con mis padres en Santurce, era un bote de verdad, es decir con remos, no obstante ahora hay gasolinos que hasta tienen salvavidas para casos de emergencia. 
Es una zona agradable, se puede aparcar con facilidad y el muelle de Portugalete desde Las Arenas resulta bonito, tiene un encanto especial, no olvidemos que Portugalete es una villa fundada en 1322 por doña María Díaz de Haro, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Al pasar las fotos al ordenador para editarlas he observado que se le puede sacar mucho partido a esa zona aparentemente poco aprovechada. 
Hay bancos y el único problema es que por la mañana el sol da de frente y para jugar con las luces y las sombras no resulta adecuado, pero es un lugar con muchas posibilidades que tendré que ir descubriendo poco a poco, teniendo en cuenta los cambios de la luz.
No me extraña que bastantes pintores hayan cambiado los pinceles por la cámara de fotos. 









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