sábado, 19 de septiembre de 2020

CUATRO MIL CIENTO DIECINUEVE

 





El tema de las redes sociales me afecta de cerca porque he visto como mi hijo el pequeño lo pasaba mal por no poder controlar a su hija de diez años, Odita, a quién tras haberlo pensado mucho había permitido que su madre le regalara un iPhone X, que hizo las delicias de la niña que empezó a manejarlo con gran destreza ya que a los dos años ya tuvo su propio iPad.

Desde entonces no ha dejado de utilizar todos los dispositivos que caían en sus manos, empezando por mi propio ordenador que le dejaba cuando no lo estaba utilizando yo misma.

Empezamos a hacer videos juntas pero pronto quiso ser ella no solo la protagonista que ya lo era cuando yo era la directora y guionista, sino que pronto empezó cambiando su papel, inventando frases ingeniosas y convirtiéndose en la dueña y señora de todo lo que estuviera relacionado con la informática y eso sin saber lo que significa esa palabra.

Mi opinión solo era válida cuando se trataba el tema de dibujos a lápiz o rotulador.

Reconozco que la niña tiene talento y seguridad en sí misma, tanto que me llegó a decir:

Abuela, tu eres moderna pero yo soy más.

No me quedó más remedio que callarme porque era la pura verdad, ella no solo es moderna en cuestiones de redes sociales sino en moda, baile, maquillaje, música, idiomas, viajes y supongo que en otros temas que yo ni siquiera conozco.

Ya desde la última vez que estuvieron aquí ella y su padre, a principios de verano, pude comprobar que lo que realmente le interesaba era estar en su cuarto, sola con el iPhone X.

Miraba mi iPhone 11 Pro Max con deleite, mi ordenador dejó de interesarle y pronto descubrí que mantenía conversaciones telefónicas con los niños de su clase.

No quería ir a la playa ni a la piscina ni hacer los planes que antes tanto le habían gustado con su tía Beatriz. 

Su cambio fue radical.

Yo estaba a gusto con ella, más que nunca, ambas salíamos juntas, le gustaba hacer los planes que me divierten, ir a la peluquería, la manicura, shopping, además de sueco, alemán y castellano también habla algo de inglés.

Comíamos en restaurantes chinos o en el vietnamita de Las Arenas.

Al volver a Berlín sus padres se dieron cuanta de que se había convertido en una adicta por lo que tomaron la decisión inquebrantable de quitarle el móvil y dejárselo solo para mensajes y wasaps. Parece que ha reaccionado muy bien, ha vuelto a ser la niña maravillosa que era antes cuando quería y con quien le daba la gana, no olvidemos que es muy mimada y caprichosa y sus padres no saben qué hacer.

No me extraña, yo tampoco sabía educar a mis hijos, lo único que tenía claro es que jamás les educaría con la rigidez que lo hicieron conmigo.

He contado todo esto porque tras pensármelo bastante hoy he visto el documental "El dilema de las redes" que me lo había recomendado una amiga que vive en Los Ángeles y suele estar a la última.

Me ha alterado un poco, supongo que tendré que digerirlo.





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