sábado, 24 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS SESENTA Y TRES








Durante unos años, cuatro más o menos, me sentía bastante bien, sobre todo teniendo en cuenta que los anteriores, no recuerdo cuántos, me encontraba muy malita y ningún doctor alopático era capaz de ayudarme, ni siquiera de diagnosticarme.
Probé una cuantas medicinas alternativas, ortomolecular, homeopatía, alimentación macrobiótica y alguna otra y cada día estaba peor.
Perdí vista, el sentido del gusto, el olfato y el del tacto, no así el oído que se me agudizó.
Creyendo estar bien aconsejada, acudí a Madrid para consultar con el eminente Dr. Álvarez de Mon, que me diagnosticó una cistitis intersticial y a partir de ahí, tomé la medicación que él consideró oportuna y la vida volvió a mi ser, volví a ser feliz.
Vivía drogada y contenta.
Los fármacos eran fuertes y al cabo del tiempo los efectos secundarios se hicieron notar, por lo que me quejé, pero el Dr. no quiso darle importancia.
Yo notaba que perdía la memoria, lo cual es perder la cabeza y no estaba dispuesta a seguir así, por lo que decidí esperar.
Tenía y sigo teniendo miedo de que me duela la rodilla si dejo de tomar Lyrica, por lo que dejé de tomar algunas medicinas y no volví a su consulta.
Me comunicaba con el Dr. a través de WhatsApp y él se mantenía firme en sus trece.

Hace tres semanas estuve en Vitoria y me encontré con una amiga de Tafalla que me recomendó un médico biocuántico que cura a distancia, además de presencial.
Inmediatamente me puse en contacto con Javier Larrea; me dijo que de momento podíamos empezar sin necesidad de que yo fuera a su consulta.
Empezamos a comunicarnos por WhatsApp, me pidió una foto y en pocas palabras le conté mis síntomas.
Pasé una semana difícil, inestable, algo en mí reaccionaba.
Opté por confiar.
Javier, a quien llamo por su nombre y nos tratamos de tu, me dijo que tenía bacterias y parásitos en los riñones.
Pasados unos días recuperé la alegría, además de la vitalidad para poder ir a Bilbao y dedicarme a hacer las cosas que me gustan.
Dejé de tener miedo a cansarme si salía de casa.

De momento estoy en un estado en el que no sé nada excepto que me encuentro bien,  que duermo bien y que he recuperado una fuerza que creía perdida.







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