martes, 6 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS CUARENTA Y OCHO







Ahora voy a Bilbao dos veces por semana.
Me estoy haciendo un tratamiento para el cuero cabelludo, ya que se me habían cerrado los poros y no me salían pelos nuevos.
En principio, acostumbrada a tener casi todas las mañanas libres excepto las dos que voy a Pilates en Las Arenas, la idea de ir a Bilbao por obligación me cuesta, pero en el momento en que entro por el puente de la Salve y veo el arco rojo de Daniel Buen y el Guggenheim a la derecha, siento un placer enorme.
No olvidemos que soy nacida en Bilbao y que, aparte de los años que pasé en internados, Madrid y Burdeos, viví en Bilbao hasta que me casé e incluso estando casada, a pesar de residir en Getxo, iba todos los días a Bilbao donde tenía el estudio de pintura, en el que nos daba clase de pintura Iñaki García Ergüin, junto a Luz Ibarra e Isabel Alcalá Galiano. 
Más tarde hice la carrera de Bellas Artes en Bilbao.
Acudía a las inauguraciones de pintura, al cine y a otros planes que ya casi no recuerdo.

Bilbao me encanta, es la ciudad. 
Hoy, por ejemplo, después del tratamiento he ido al nuevo Zara, que ocupa un edificio entero en la Gran Vía y luego me he acercado a La Viña con la intención de tomar el aperitivo pero estaba tan lleno de gente que no me he atrevido a quedarme.

Me he encontrado con algunas personas a las que hacía tiempo que no veía y me ha gustado.
Pasear por Bilbao me sienta bien.

No tengo mentalidad pueblerina, me gustan las ciudades, me abren la cabeza y me activan.






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