domingo, 25 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS SESENTA Y CUATRO







A pesar de que las críticas no eran buenas, tenía que ver a Emma Thompson en “El veredicto”.
La película empieza muy bien y poco a poco, casi sin que me diera cuenta, noté que iba decayendo hasta que llegó un momento en el que parecía imposible que degenerara en algo que resultaba casi grotesco. Aún así, la magnífica interpretación de Thompson me compensó.

Como el cine estaba en Artea que es el centro comercial al que voy a menudo y tenía que recoger una bufanda en la tintorería, me encontré, sin desearlo ni buscarlo, con el espantoso y engañador Viernes Negro, del que huí despavorida pero demasiado tarde, ya su maleficio había penetrado en mi campo energético y he pasado una noche incómoda.
Parece mentira que a estas alturas de la vida siga equivocándome tanto. Me cuesta aprender que casi todo lo que me rodea, está preparado para que me deje tomar el pelo.
Me arrepiento y me avergüenzo de tropezar una y otra vez en piedras similares, pero también me perdono y me doy un voto de confianza.

Cada día empieza mi vida con todo el entusiasmo de la novedad y no permitiré compadecerme por mis propios errores sino que al contrario, los agradezco porque me sirven para aprender.







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