viernes, 2 de noviembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS CUARENTA Y TRES







Detesto perder la calma, pero cuando no puedo hablar por teléfono para solucionar un problema, reconozco que me desespero.
Hoy he estado a punto de darme de baja de Amazon, a pesar de que me soluciona la vida en campos diversos, ya que no me gusta salir de casa y menos todavía cargar con paquetes.

He tenido suerte. 
Como por arte de magia he encontrado un teléfono en el que, esperando un buen rato durante el que he atendido al fontanero que ha arreglado un par de cosas, he conectado con una señorita extranjera muy amable. que me ha solucionado unos problemitas que me habían parecido insuperables.
Me ha alegrado la mañana.

Mi vida cotidiana está fundada en resolver pequeños asuntos que van surgiendo cada día, no suelen ser importantes, todo depende de mi estado de ánimo.

Ya sé que todo depende de mi, del modo en que me afecten las cosas, pero me olvido una y otra vez y mis nervios se comportan como si siempre estuvieran alerta para saltar en el momento en que se presenta la mínima ocasión.

Esa es una de mis grandes luchas en la vida: dominar mis pasiones.

No pretendo ser santa ni nada parecido, solo quiero vivir tranquila.







No hay comentarios:

Publicar un comentario