lunes, 14 de octubre de 2019

DOS MIL NOVECIENTOS TREINTA Y NUEVE









He pasado una apacible mañana tumbada en mi cama, escuchando el programa de la cadena Ser en el que hablaban de la sentencia del Procés catalán, mientras veía el cielo a través de los cristales de la ventana.
Había mucho ajetreo.
Me ha recordado a algunos videos que suele haber en los museos de arte contemporáneo y que rara vez consigo verlos enteros por falta de paciencia, no obstante, lo que he visto hoy me ha sorprendido.
La nubes se movían a una velocidad vertiginosa y pasaban por diferentes colores de grises y blancos para dejar espacio a un azul infinito.
Mientras tanto, en diversas direcciones, volaban pájaros solos o en bandada que otorgaban vitalidad al paisaje.
De ven en cuando, un avión se dirigía al aeropuerto de Calatrava o salía de allí, yendo hacia el Cantábrico.
He pensado en los hijos de Oriol Junqueras, muy pequeños, que tendrán que crecer sin la compañía de su padre.

He tenido tiempo para reflexionar sobre muchas más cosas y sobre todo, de qué manera tan diferente se ve la vida desde mi actual posición.










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