sábado, 23 de marzo de 2019

DOS MIL SETECIENTOS TREINTA Y UNO








He pasado una mañana encantadora a pesar de que al salir de casa me he asustado al ver riadas de personas dirigidas por le Ertzaintza, que corrían despavoridas para ver el famoso portaviones de la armada española, la máquina de matar.

Gracias a Dios mi intención era ir a Bilbao, lo que suponía el sentido contrario.
He estado en el Arenal, en un mercado de verdura ecológica que montan los sábados y donde encuentro deliciosos manjares que solo con verlos me curan el alma.
Hoy he conocido a una chica nueva, Leire, que tiene hortalizas poco conocidas aquí, pero que en Navarra saben cocinarlas, son buenas y diferentes, cardo, berros, borraja, algún día me atreveré.
De momento he comprado acelgas rojas que me gustan más que las blancas y varias clases de kale.
En el puesto donde conozco al dueño porque es novio de mi peluquera que es rusa y se llama Julia, tenían unas alubias pequeñitas de una semilla que solo se cultiva en Munguía y en Larrabezua.
También había nueces de tamaño avellana.

Después he ido a “El Tilo” para tomar un té.
El Tilo era un clásico de Bilbao con murales de Aranoa que ahora está convertido en un café belga delicioso.
Se llama El tilo de Mamie Blue y lo ha montado un matrimonio en honor de la abuela Ludovika. 

Una sorpresa maravillosa frente al teatro Arriaga.







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