domingo, 24 de marzo de 2019

DOS MIL SETECIENTOS TREINTA Y DOS








En principio no soy partidaria de las dependencias ni de las adicciones, pero no me queda más remedio que reconocer que engancharme a una serie es una gozada.
Me encanta saber que cada día puedo ver uno o dos capítulos de “La casa de papel” considerada la mejor serie española de la historia.
Empecé a verla hace tiempo y me fascinó pero por motivos que no recuerdo, la dejé.
Ahora la he retomado y me está encantando.
Durante varios días no he tenido tiempo para verla y hoy he vuelto y estoy colgada.
No soy la única persona.
Mi hijo Jaime que ha estado unos días en Las Landas con un amigo americano, me ha contado que tanto él como su esposa que es francesa, estaban entusiasmados. 
El guión es tan bueno que conquista por razones a las que hasta ahora no todo el mundo les daba importancia. 
Nada como la inteligencia.
La hija de mi masajista que tiene catorce años, la veía con su madre y le comentó:


Ama, a mi ya no me interesan los chicos guapos, prefiero los que tienen coco.








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