sábado, 2 de marzo de 2019

DOS MIL SETECIENTOS DIEZ Y SIETE








Todos mis cuadros sin excepción están pintados sobre fondo de veladura azul ultramar oscuro diluido en esencia de trementina, cuyo resultado es azul Bilbao.
Se parece al azul Klein del que tengo un frasco con pigmento que me regaló el gran pintor vasco Fernando Biderbost.
Dicen que el nombre del azul Bilbao viene de esos cielos azules que se forman al atardecer de un magnífico día que aparece después del mal tiempo, aunque no sé si atreverme a decir “mal tiempo” por aquello que decía Oteiza:

Cuando oigo que alguien al llover llama mal tiempo, pienso: “este no es vasco”.

A mi me enseñó Garcia Ergüin a preparar los lienzos con una veladura, bien azul ultramar oscuro, carmín de Granza o tierra de Siena natural.
Probé los tres pigmentos y llegué a la conclusión de que me gustaba el azul.

Llaman mi atención los caseríos encalados de blanco mezclado con añil.

Me hablaron de un pintor en Londres, a quien le molestaba que los pájaros volaran porque “ensuciaban” el cielo.
El azul egipcio también llamado silicato de calcio y cobre, es uno de los primeros pigmentos utilizados por el hombre, hace más de 5.000 años.
Para mi gusto, es más claro que el azul Bilbao, pero también me encanta.











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