lunes, 2 de abril de 2018

DOS MIL OCHENTA Y NUEVE






El libro que ha escrito Prem Rawat “Cuando el desierto florece”, de una manera sencilla y sin esfuerzo, me ayuda a profundizar en el núcleo de mi vida.
A través de cuentos lindos y alegres y de otros fragmentos más serios, es como recorrer un camino a través de mi vida y cuando lo termino, me siento satisfecha.
Quiero dejar que pasen unos días y volverlo a leerlo.
Es el libro más importante que tengo entre mis manos.
Da gusto tener un tesoro en mi mesilla.

He pedido varios libros a Amazon para regalar a mis hermanos mayores que cumplen años en abril.
Prescindiendo de preguntarme si les gustará, yo sé que son joyas y me produce alegría saber que los voy a pones en manos de personas a las que quiero.

La apreciación es un asunto que no es de mi incumbencia.
Eso es algo muy individual en donde yo no tengo acceso.
Cuando estuve en Madrid en la presentación del libro compré dos, uno es para la mujer de mi hermano Gabriel, a quien todavía no he tenido la oportunidad de dárselo, porque llevo días sin salir de casa y el otro, por más que lo pienso, no me acuerdo a quien se lo regalé.

Una de las pastillas que tomo, Lyrica, me quita la memoria y reconozco que prefiero encontrarme bien que tener memoria, pero también considero que no recordar lo elemental es como no respetar mi dignidad.

Espero y deseo que cuando pase el tiempo que dura el tratamiento, me encontraré bien y podré disfrutar de un maravilloso verano en la playa de Plencia.




Ayer mis sobrinos pescaron muchos verdeles y trajeron más de una docena.
Asé uno muy grande para cenar y disfruté de lo lindo.
No hay nada como un pez salvaje recién pescado.

Les hice fotos, están preciosos con esa combinación de verde azulado con la plata.





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