sábado, 21 de abril de 2018

DOS MIL CIENTO OCHO







Doy vueltas al perdón y me doy cuenta de que por mucho que quiera perdonar con el corazón y la cabeza, se me quedan dentro los malos ratos que me hicieron pasar algunas personas, sobre todo en conflictos que me afectaban y pasan los años y de repente, por una nadería, salta una chispa y me dan ganas de soltar todos los sapos y culebras que tenía escondidos y no lo sabía.
Aún así, me acepto como ser humano y no tiro la toalla, aprenderé, aunque me cueste.
Solamente el hecho de desearlo, ya es un primer paso para empezar a limpiar mi sombra.


Sigo trabajando en mis asuntos, erre que erre.
Ahora estoy preparando los cuadros que componen el Homenaje a Oteiza, que van a venir a buscarlos para el museo de Art Brut de Barcelona.

Trece piezas que deben estar siempre juntas.
Cuadros pequeños, de 41 x 33 cmts. 
Están pintados por los lados, por lo que no necesitan marco.


Tengo una especie de intolerancia a los números.
Me cuesta muchísimo contar los cuadros y a veces necesito un milagro para que me cuadren.
Aún así, insisto e insisto y al final, como por arte de magia, todos encuentran su puesto.

Hay cosas que, por mucho que nos empeñemos en que las hagan las máquinas, no nos queda más remedio que hacerlas nosotros mismos, a no ser que sepamos programarlas para que hagan algoritmos, lo que no es mi caso, por lo menos de momento.

Ni siquiera he sido capaz de aprender a teclear con todos los dedos, a pesar de haberlo intentado muchas veces.

Yo me perdono siempre, con todo mi amor, no me culpabilizo de nada y me doy tiempo.
Caigo y me levanto una y otra vez.

Soy torpe.






No hay comentarios:

Publicar un comentario