miércoles, 4 de abril de 2018

DOS MIL NOVENTA Y UNO






Calderón de la Barca decía que "la amistad es parentesco sin sangre"
Estoy de acuerdo con él.

¿Acaso hay algo más entrañable y verdadero, que la compañía de una amiga a la que conozco desde hace más de treinta años y con quien tengo tanto en común, que casi no necesitamos hablar?

Hoy he ido a la playa con La Rosa sin espinas.
Para hacer videos y fotos.
El día estaba precioso aunque el viento era fuerte.
La marea baja.
Algunas personas paseaban sobra la arena lisa y mojada.
Me daban envidia.
He estado dos semanas sin salir de casa y sin hacer ejercicio y tanto mis poplíteos como mis tendones, no querían hacer esfuerzo.
Además, la Lírica, que es una medicina que tomo diagnosticada por el doctor Álvarez de Mon, 
me produce una torpeza y un atontamiento, que tengo que tener cuidado porque me puedo dar golpes y caerme.



Mi amiga me ha contado que ayer, su hermana le dijo:

Si vuelvo a nacer, por favor recuérdame que dejé muy claro que no quiero casarme ni tener hijos.

A mi también se me ha pasado por la cabeza ese deseo, pero me gusta ver a mis hijos y agradezco que, por circunstancias de la vida, vivamos juntos a pesar de que son mayores, que no daría marcha atrás.

Reconozco que los hijos pueden resultar una carga en algunos momentos y que se les quiere demasiado y que hay una tendencia en mí a estar siempre pendiente de ellos, no obstante, el placer que me produce verles sanos y contentos, es superior a todo.

Cuando murió mi hijo Carlos me quedé tan asustada que no sabía cómo reaccionar.
Agradezco a Don Ángel, el párroco de Barrika, que insistiera en que tuviera otro hijo.
Me fiaba de él y le hice caso, a pesar de que sabía lo que significaba tener un hijo para mí, que ansiaba la libertad por encima de todo.
Cuando nació Beatriz me pegué un susto morrocotudo y pensé que no volvería a tener un hijo nunca más.
Además, mi matrimonio ya no tenía arreglo.

A pesar de todo, le hice caso a Don Ángel y me quedé embarazada en Marruecos.
Cuanto volví a Bilbao y el ginecólogo confirmó mi embarazo, me separé y me dediqué a esperar al nuevo ángel que iba a colmar mi vida de alegría.

¡que razón tenía Don Ángel!


Me alegro de haber seguido su consejo.







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