lunes, 2 de mayo de 2022

CUATRO MIL QUINIENTOS OCHENTA Y TRES

 




Veía en la televisión el anuncio de la serie "Desaparecidos" y me ha recordado algo que me pasó hace años en la barra del bar de Zampa cuando estaba en Neguri provisionalmente.

Se me acercó un chico muy guapo y se presentó, ya no me acuerdo de su nombre pero era hermano de alguien a quien yo conocía, él ya sabía quién era yo, se presentó e inmediatamente, con dulzura y discreción, habló del tema que a ambos nos concernía.

Me dijo que sabía que yo había perdido a mi hijo Carlos y me contó que él había estado a punto de perder al suyo pero que, gracias a Dios se había recuperado aunque le quedaron secuelas importantes, de hecho no podía andar y estaba discapacitado mentalmente, creo que con problemas para hablar, no recuerdo los detalles, insistió en que estaba encantado de que no se hubiera muerto y que tanto él como su esposa le querían muchísimo y disfrutaban de su existencia cada día de su vida.

Le escuché con toda mi atención y me quedé pensando, no solo después del encuentro sino que lo he recordado muchas veces a lo largo de los años y ni por un momento he sentido la nostalgia de recuperar a mi hijo en esas condiciones.

Acepté su muerte como la acepto ahora, con dolor, eso es innegable, pero por nada del mundo quisiera tenerle en esas condiciones.

No me lo imagino, no quiero ni puedo.

Tengo cerca dos niños problemáticos y me duele verlos a pesar de que el amor y la dedicación de sus padres es encomiable, no obstante en mi caso no es lo que desearía.

En cualquier caso tengo muy estudiada e interiorizada la acción de no dar cabida a las hipótesis en ningún caso, no solo las considero pérdidas de tiempo sino incluso algo realmente tóxico.

Acepto la muerte de mi hijo y no hay mas que hablar.





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