viernes, 27 de mayo de 2022

CUATRO MIL SEISCIENTOS CINCO

 




Veo que ahora como está al caer la feria del libro, los escritores regalan libros s los periodistas y me sorprende que se regale el trabajo con tanta alegría porque lo primero que me dijo García Ergüin cuando consideró que yo ya era una pintora es que nunca, bajo ningún concepto regalara un cuadro mío, que eso era una regla fundamental, la que marca que respeto mi trabajo y que lo respeten los demás.

Por otro lado, recuerdo algo que aprendí con mi exmarido cuando empecé a salir con él, solíamos ir a tomar algo a Ducale que era el bar de moda en Bilbao, tanto para tomar el aperitivo como el café, el té de las cinco, la copa de la tarde y para entrar a ver quien había por allí.

Hasta tal extremo era el lugar de moda que la abuela de mi exmarido, Doña Concha Quintana, el día de su cumpleaños encargaba la comida en Ducale y nos la servían en casa de su hija Maria Luz, mi suegra, angulas y perdices, todo muy bueno.

Pues bien, un día en que mi novio y yo estábamos tomando algo en otro sitio de Bilbao, cuando Carlos fue a pagar, le dijeron que estábamos invitados por un señor que estaba en la otra esquina, era el dueño de Ducale y Carlos me explicó que es así como se hacen las cosas, los dueños de los bares no invitan en su negocio sino en los demás, eso es el plan profesional, yo era una incauta, llegué del internado de Francia y me encontré con un chico bastante mayor que yo que conocía todas las normas de la calle, así que cada día aprendía algo nuevo.




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