miércoles, 29 de diciembre de 2021

CUATRO MIL CUATROCIENTOS SETENTA Y SEIS

 




Sigo pensando, emocionada a ratos, en aquella época maravillosa de mi vida bilbaína en la que Iñaki García Ergüin era una figura importante en mi vida, no solo él sino todo Bilbao, un Bilbao culto, conocedor del arte que, a pesar de vivir en Getxo yo seguía frecuentando casi a diario.

Mi vida en Getxo es agradable, no lo puedo negar, he tenido cerca a mi familia, la playa, he conocido gente, pero creo que carece de vida cultural, es todo lo que puedo decir, en ese plano lo mejor de mi vida lo he encontrado en Bilbao ciudad.

Cuando expuse en la galería Pepin Leku, calle Ajuriaguerra, escibí un manifiesto en el que agradezco a Iñaki su generosidad, no sé si lo encontraré, he cambiado tantas veces de ordenador sin tener copia de seguridad que existe la posibilidad de que se haya perdido.

En ese manifiesto doy las gracias a Iñaki y a Oteiza porque han sido las personas que más me han enseñado en el terreno del arte.

Iñaki me enseñó a pintar y Jorge me descubrió el vacío.

Sainz Valdivieso dice una frase lapidario casi al terminar el documental:

Bilbao nunca ha reconocido a sus artistas.

Me consuela y eso que a Iñaki aunque no lo parezca le han hecho feos por no ser intelectual.

Recuerdo comentarios al respecto que me herían el alma ya que mi agradecimiento hacia Iñaki era desbordante y no admitía que no vieran que lo importante de la pintura es la pintura en sí, lo demás es otro campo.

Yo no soy una intelectual del arte, me interesa muchísimo el arte contemporáneo en todas sus facetas, no obstante la pintura en sí me llega tan hondo que me crea un sentimiento que no tiene parangón con otras expresiones del arte y en Iñaki veo pura pintura, que es exactamente lo que cuenta este documental, está muy bien recogido lo que es Iñaki como pintor.






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