domingo, 19 de diciembre de 2021

CUATRO MIL CUATROCIENTOS SESENTA Y OCHO

 





Sabía que el final de Hemingway me iba a doler pero necesitaba saber todo para terminar el círculo y crear mi propia idea de lo que significó como escritor y como ser humano. 

Quería conocerle y lo he conseguido.

El alcohol es nefasto, el daño que hace a la cabeza es irreversible.

Pasé una buena temporada en la clínica psiquiátrica de Elizondo, Navarra y me quedé un poco más de lo necesario animada por mi madre porque estaba tan bien y tan contenta, que no me costaba nada seguir allí un par de semanas, paseaba, pintaba del natural, ayudaba con otros pacientes y era muy feliz.

Me llamó la atención un señor mayor que llevaba años residiendo allí y era incapaz de volver a su cuarto después de cenar, el alcohol le había destrozado las neuronas, ni siquiera recordaba en qué piso vivía.

Algo parecido le pasó a Ernest Hemingway, por mucho talento que tuviera además de vocación de escritor, la cabeza le falló y la depresión le impidió seguir viviendo sin recordar la frase que deseaba escribir.

Yo vivo en un país, el vasco, donde beber y comer es prioritario, todo se centra alrededor de la mesa y se ensalza tomar una copa de vino como si fuera la sangre de Cristo.

Yo sabía que el alcohol era malo pero no tanto hasta que conocí a aquel alcohólico en Elizondo.

La biografía de Hemingway me ha interesado mucho, creo que está basada en la realidad y él, a pesar de sus delirios a veces brutales, es un personaje interesante, mucha fuerza y poco seso.

He estado buscando biografías de escritores y ya he visto algunas, tal vez me interese la de Alfonsina Storni, hay tantas poetas de habla española que se han suicidado.

Últimamente se habla mucho del suicidio, parece ser que la pandemia ha sido la causa de más de diez mil suicidios oficiales en el último año y hace unos días la maravillosa actriz Verónica Forqué se quitó la vida debido a una depresión o a varias acumuladas, no lo sé, nunca se sabe, por eso es importante cuidarse mucho y confiar y esperar cuando las cosas se ponen feas. 










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