lunes, 8 de noviembre de 2021

CUATRO MIL CUATROCIENTOS TREINTA Y SIETE

 





No solo es vergonzoso el desorden que tengo en el escritorio de mi ordenador sino que además me dificulta la manera de trabajar, lo cual, añadido a mi analfabetismo informático hace que me entren ataques de pánico de los que no puedo culpar a nadie excepto a mi indolencia.

Con la disculpa de la leucemia dejé de ocuparme de la casa y ahora con la operación del tumorcillo ya he terminado por convertirme en una dejada.

Respecto a la casa tengo disculpa porque vivo con más gente, además no soy precisamente un ama de casa ejemplar ni lo quiero ni puedo ser mientras tenga todos los cuadros en el salón_estudio que ocupan mucho espacio, por mucho que lo intente no consigo que resulte una instalación con cierta estética, si pusiera mucho interés tal vez lo lograra pero no me apetece hacer ese esfuerzo, por otro lado soy minimalista, solo en mi cuarto y en mi armario consigo que cada cosa esté en su sitio porque tengo cuatro trapillos que los recambio cada temporada y de los que me aburro enseguida.

El problema capital es el ordenador en el que me paso la vida y rara vez lo ordeno.

La primera vez que vino el profesor de informática se quedó de piedra cuando vio la cantidad de carpetas que tenía en el escritorio, menos mal que como no nos conocíamos y no tenía confianza conmigo no se extendió en la critica, solo lo mencionó.

Intentó ayudarme a ordenar las fotos pero no lo consiguió porque yo trabajo con las fotos todos los días lo cual significa que tengo que ver todas las fotos todos los días y eso requiere tenerlas a mano y dificulta el orden.

Me va a costar poner orden en mis asuntos pero no me queda más remedio que intentarlo.

A veces pienso que si me muero y alguien se encarga de deshacerse de mis cosas le va a resultar difícil.

Me pregunto por qué seré tan desordenada con lo que me gusta y me relaja el orden, no me lo explico, es una contradicción.









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