domingo, 28 de noviembre de 2021

CUATRO MIL CUATROCIENTOS CINCUENTA Y DOS

 





Comprendo que haya gente enganchada a los likes que le ponen en sus posts.

Yo tengo pocos pero sé lo que se siente cuando empiezan a salir los likes y es realmente emocionante.

Me pasó una vez en la vida y lo recuerdo con alegría.

Se trataba de algo que pasó en el Guggenheim y que enseguida lo quitaron, haciendo ver que no había ocurrido, hubiera sido un desprestigio para la gran franquicia.

Parece ser que avisaron a la señora de la limpieza de que tenían que decirle algo urgente y salió disparada dejando el carrito con todos los enseres en la esquina de una sala de exposición.

Abrieron las puertas del museo y la gente se quedó atónita creyendo que era una escultura o una instalación y la fueron rodeando y hacían comentarios, sobre todo algunos entendidos que incluso llegaron a ofrecer dinero, creo recordar que algo más de cuatrocientos mil euros por la obra de arte.

Me gustó tanto la noticia que inmediatamente la publiqué en el Time Line de mi Facebook y me fui de casa para ocuparme de mis asuntos.

Cuando volví al atardecer y encendí el ordenador empecé a ver que los likes aparecían como estrellas imparables, sentí un placer inexplicable y así me quedé durante un buen rato hasta que pasaron del millón y decidí que ya estaba visto y me fui a la cama.

Al día siguiente la noticia fue desmentida y mi entusiasmo se disipó.

Comprendo que si yo sentí tanto placer por un post que ni siquiera era mío ¿qué se sentirá cuando el éxito viene de algo personal?






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