Todos los años llega el mes de agosto y me pregunto por qué me produce tanta desazón.
Se van de vacaciones a lugares llenos de gente, cierran los comercios y los dentistas y yo me quedo mirando al infinito con cara de idiota, siento lo mismo que cuando me toman el pelo y no sé qué hacer.
Entre agosto y navidad ¿con cual me quedaría? ambos me desequilibran.
Respecto al agosto de este año, ahora sonrío, me encanta que llueva, soy como los que tienen huerta y añoran el agua.
En mi caso los motivos de mi alegría son diferentes.
Ya conté aquí que tuvimos que cerrar ventanas y persianas porque las avispas asiáticas habían hecho un nido en el bosque frente a mi casa y merodeaban tratando de entrar.
Me afectó muchísimo, me gusta tener la casa bien ventilada y esos insectos gigantes y asesinos me producen terror, no obstante cuando llueve desaparecen y eso me complace aunque nunca las tengo todas conmigo, no se sabe cuando pueden volver.
He visto lo que me faltaba de la película "La número uno" empecé hace un par de días y no me había llegado el momento de seguir, es una buena película feminista y francesa que pone a la luz las miserias del poder, la política y esos asuntos que hacen que se mueva el mundo.
Hasta ahora no podía soportar a la protagonista, Emmanuelle Devos, sentía una especie de repulsión casi física ante ella desde que la vi en el papel de amante de Simone de Beauvoir y a pesar de que me interesaba, no fui capaz de terminarla, no obstante en la película que he visto hoy, he valorado su magnífico trabajo interpretativo y he sido capaz de sobrellevar su físico al que me cuesta acostumbrarme.
"La numero uno" es una buena película y aunque no es alegre, dibuja cierta esperanza para el mundo de las mujeres.
Cuando la protagonista habla de su madre he pensado en la mía, en el potencial que tenía, podía haber sido lo que habría querido si no hubiera vivido en momentos tan difíciles de guerra y posguerra y casada con un hombre, mi padre, encantador como padre pero demasiado conservador como marido.
Mi madre, Leonor Moyua Maíz hizo todo lo que pudo, condicionada a sus circunstancias personales, familiares y católicas sobre todo, a pesar de lo cual consiguió la medalla de oro de Isabel la católica por su excelente trabajo como presidenta del cáncer.
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