Me hablan de personas cercanas que lo están pasando mal, de enfermedades graves y de muerte.
Estoy en contra de las quejas, no soporto a las plañideras que se ahogan en un dedal y las que más me duelen son mis propias quejas que insisten en llamar mi atención en cuanto me descuido, no quiero ser pesada, cambio de tema.
He pasado varios días sin salir de casa, practicando la macrobiótica y ocupándome de los asuntos que me interesan, estoy viviendo una etapa de mi vida muy enriquecedora, no hacer vida social excepto la que me permiten las redes me satisface enormemente, voy sacando la creatividad, la inspiración ya no se esconde, es casi como si estuviera conmigo esperando a manifestarse, es encantador.
Mentiría si dijera que hago una macrobiótica radical y perfecta, no es así, pero sí es verdad que desde el domingo que estuve en la fiesta de Rosalía no he comido nada que no sea macrobiótico y mi cuerpo lo agradece, el azúcar de la capuchina que tomé me sentó muy mal, el azúcar tiene una composición química muy parecida a la de la heroína, me lo dijeron en Saint Gaudens y lo he mirado en internet y casi me he asustado.
He conocido personas que han tenido que ser ingresadas en un psiquiátrico por su adicción al azúcar, perjudica al cerebro entre otras cosas, es puro veneno.
En Miami conocí a una chica que llevaba pedazos de tarta en el bolso y de vez en cuando se arrepentía y los tiraba en una papelera, es una adicción peligrosa y afecta al carácter, en los niños se nota muchísimo.
Cada día me encuentro mejor y más estimulada para seguir con la macrobiótica, es mucha la diferencia, me compensa aunque a veces me cuesta, necesito practicar la fuerza de voluntad, casi no tengo nadie con quien hablar de este tema tan importante, la mayoría de las personas con las que me relaciono comen lo que les apetece por lo que me siento sola en este campo, no obstante me compensa el esfuerzo, es tanta la diferencia que no tiene parangón.
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