martes, 9 de junio de 2020

CUATRO MIL TREINTA Y SIETE









Mi aventura con el Banco Santander ha llegado a buen puerto.
Ya han solucionado todo el problema hasta tal punto que creo que me va a dar vergüenza marcharme pero no quiero tener compañías tóxicas en mi vida por lo que no me queda más remedio que apechugar con el mal rato y a pesar de la alfombra roja que me han puesto para quedarme contenta, tengo intención de marcharme sin alboroto, con discreción, no obstante lo escrito ahí queda para la posteridad.
Los banqueros a lo suyo y los demás nos vamos a dar una vuelta con nuestra dignidad.
He salido de la leucemia con una fuerza que tenía dentro de mí y que aunque no me resulta ajena, convivía con ella, reconozco que me sorprende.
La leucemia ha barrido las otras enfermedades que me mantenían frágil y cansada hasta el punto de que llegué a pensar que me había vuelto vaga, algo que nunca he sido.
Me han tratado unos cuantos galenos en los últimos años pero la leucemia no da síntomas hasta que le da la gana y en mi caso fue justo al final, cuando ya era cuestión de días.
Tuve mucha suerte como siempre en la vida.
Cuando parece que ya todo está perdido y sin solución, el milagro aparece y salgo victoriosa.
Casi es costumbre aunque no en casos tan extremos.
Estoy entusiasmada, ahora sí que aprecio la vida y quiero disfrutar de cada segundo.
De momento tengo la intención de ver Zama, de Lucrecia Martel, recomendada por Mattin de quien me fío, no es que a mi me guste todo lo que él ve pero somos afines, lo que nos diferencia sobre todo es que yo no tengo paciencia para ver ciertos films que él es capaz de disfrutar aunque se aburra, como los de Alber Serra con quien convivió en Nueva York.
Me encanta lo que cuenta Alber Serra cuando le hacen entrevistas en castellano lo cual rara vez sucede, parece que él prefiere hablar catalán.




















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