miércoles, 10 de junio de 2020

CUATRO MIL TREINTA Y OCHO










He pasado un día intenso y especial.
Por la mañana banco Santander de Las Arenas, todo horroroso, tanto los empleados como los clientes, se notaba que estaban en la misma onda.
No puedo seguir hablando de este tema porque me provoca nauseas.
Todo va bien, ya están avisados de que me quiero ir, y solo hace falta tener un poco más de paciencia.
Lo mejor de todo ha sucedido por la tarde cuando han venido Álvaro y Germán, los de Subastas Bilbao XXI y hemos charlado mientras miraban los cuadros que tengo para vender, es decir todos, tanto los míos como los de los demás artistas que son auténticas joyas que ellos son capaces de apreciar y para mi eso es emocionante.
Mi vida está adquiriendo unas calidades extraordinarias desde que parece que he superado la leucemia, por lo menos de momento, cada día estoy más contenta y disfruto más y más.
Hemos trabajado tanto ellos como yo.
He tenido que ser fuerte y respetar las decisión que había tomado de vender todos los cuadros y llegar al vacío.
Tanto Álvaro como Germán han elegido los cuadros que a mi me parecen los mejores aunque al final se llevarán todos porque ellos los necesitan para las subastas y para mí es la mejor manera de deshacerme de los cuadro que además quedan inmortalizados en el catálogo.
Les hubiera gustado que tuviera algún cosa de Jose María Ucelay, de Juan Carlos Eguillor, de Morquillas, pero no es el caso.
He sido muy valiente, acumular es más fácil que lo contrario.
Parece ser que acumular no tiene antónimos.
Es difícil expresar lo que he sentido al desprenderme de algunos tesoros que pertenecían a mi pinacoteca.
Me parecía imposible pero lo he logrado.







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