jueves, 18 de junio de 2020

CUATRO MIL CUARENTA Y SEIS










Desde que hablo del Banco Santander han bajado tanto mis seguidores que voy a intentar tocar temas más interesantes, no solo para que vuelvan a leerme los que me seguían sino también porque así me lo saco de la cabeza y me fijo en las cosas bonitas que me ofrece la vida, que son muchas y muy interesantes.
Una de las maravillas que me sale al paso cada vez que salgo a la calle es la sensación de la brisa acariciándome el rostro, así como ver las hojas de los árboles dejándose mecer por el viento.
Hoy he dado una vuelta en coche por Neguri fijándome en la cantidad de árboles diferentes que lo pueblan.
No me extraña que Neguri tenga fama porque es muy agradable.
Hay casas bonitas, está cuidado y sobre todo me han llamado la atención esos árboles exóticos aparte de los autóctonos que he visto en abundancia.
No he tenido valor para bajarme del coche, había estado en el dentista y me sentía cansada, no obstante ha sido una buena idea dar una vuelta porque la próxima vez ya sé lo que tengo que hacer.
Lástima que no solo no entiendo de árboles sino que tampoco tengo la memoria afinada por lo que ni siquiera he sido capaz de recordar el nombre de esos árboles que tienen unas flores muy grandes, blancas y con un olor especial.
Le he llamado a Beatriz que estaba con gente en algún bareto y en seguida me han aclarado el dilema: magnolio
¡Qué preciosidad!
En Neguri hay bastantes magnolios, los tengo bastante localizados, así que puedo ir tranquilamente y sacar fotos.
La mejor hora es el mediodía ya que en Getxo todavía la gente tiene costumbre de comer a esa hora y todo está bastante tranquilo,  puedo parar donde me apetezca sin miedo a que vengan los guardias de tráfico.
En otros sitios, en las grandes capitales, al mediodía nada se para, la gente come un sandwich y sigue trabajando.










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