sábado, 13 de junio de 2020

CUATRO MIL CUARENTA Y UNO











Hoy, exactamente un día como hoy hace cincuenta y tres años, nació Beatriz Antonia.
Le puse Beatriz porque me inspiré en La divina comedia de Dante y Antonia porque es el día de San Antonio.
Fue una experiencia horrorosa.
Me prometí a mí misma que jamás tendría otro hijo, que parir no era para mí, que el mundo seguiría existiendo sin que yo aportara más humanoides.
Todo me pareció lamentable, me sentí engañada.
¿Por qué dicen que es "tan bonito"? Yo no le vi la belleza en ningún momento.
Parir me pareció espantoso y darle de mamar a la niña peor todavía.
Luego ya, cuando empecé a cogerla en brazos y me la daban limpita y bien oliente me daba gustito hasta que se hacía caca y tenía que cambiarla.
Eso no era para mí.
No entendía nada.
Tenía veintiún añitos recién cumplidos y solo sabía lo que contaban en los millones de livres de poche que me había leído desde que me internaron en Burdeos.
Creía que todo era amor y jauja,
Menudo susto.
Lo pasé muy mal, no podía salir cuando me daba la gana, tenía que ocuparme de la niña y si lloraba por la noche era yo la encargada de consolarla, el sueño de su papi era sagrado porque tenía que trabajar.
Ahora ya es mayor y quiere mandar porque cree que es más lista que yo, Jaime también piensa algo parecido, no obstante yo me siento mejor con personas mayores que saben de la vida y se mantienen serenos, controlan sus arrebatos, se interesan por mi y disfrutan de la vida a un ritmo pausado.
Se ha puesto de moda la gente joven, no me lo explico.
Mi madre que jamás cedió el mando a nadie solía decir:

No olvides que más sabe el diablo por viejo que por diablo.




Hoy, 14 de junio del año 2020, agrego lo que me he encontrado navegando en mis blogs:




jueves, 15 de abril de 2010


LAS DELICIAS DE LA MATERNIDAD










Al leer el título del libro que comenta María Seco en su post, llamado "Las delicias de la maternidad" me he sobresaltado.
Mi experiencia como madre fue brutal.
Nadie me había advertido de lo que me esperaba.
Yo tenía 21 años y a las 3 de la madrugada me entraron unos dolores espantosos, insoportables; desperté al que era mi marido y con gran pereza fuimos a la clínica. Nos recibieron unas monjas furiosas y desagradables, dicendo que esas no son horas para ingresar en una clínica, nos metieron en un cuarto diciendo que esperáramos durmiendo, a lo que el padre de la criatura no tuvo inconveniente en obedecer  gustoso roncando alegremente.
Yo seguía con unos dolores insoportables y con la sensación de que tenía ganas de ir al cuarto de baño, así que allí fuí y cual fue mi susto cuando llegó la monja y me dijo que saliera inmediatamente, que no era el lugar adecuado para dar a luz. Por fin me llevaron al quirófano y tuve una niña maravillosa que hizo realidad mi sueño de ser madre, pero también me di cuenta de que para poblar el planeta era mejor que se ocupen otras mujeres que encuentren esas delicias en la maternidad.























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