domingo, 28 de junio de 2020

CUATRO MIL CINCUENTA Y CUATRO










He pasado unos días difíciles desde el viernes que tuve consulta con mi hematólogo en Cruces.
No es que estuviera preocupada porque me encuentro muy bien pero a veces eso no significa que no tenga algo raro en mi cuerpo sobre todo en lo referente a la medula que es la que manda en la sangre, siendo ésta el alma del cuerpo.
Lo primero que me dijo el doctor con gran sonrisa, es que tengo la médula perfecta y los análisis están muy bien por lo que no tengo que preocuparme de nada excepto de saber que hasta septiembre puedo descansar.
Andaba yo un poco inquieta con unas manchas que me salen en brazos y piernas, se las enseñé y rotundamente dijo que eso no tenía nada que ver con la leucemia.
Me preguntó:

¿Sigues tomando Cortisona?

Si, Premidsona, cinco gramos al día.

Eso es muy poco pero lo suficiente para que las manchas vengan de ahí, así que deja de tomarla. 
Es poco pero la has tomado durante demasiado tiempo. 
¿Quieres morfina?

No, prefiero no tomar morfina, si tomo un poco no me hace nada y no quiero tomar mucha para no engancharme.

Entonces toma dobla el Zaldiac y casi seguro que con eso aguantarás el dolor de rodilla.

Le creí y dejé de tomar la Premidsona, incluso la saqué de mi mesilla y la metí en el botiquín del cuarto de baño convencida de que sería capaz de dejarla.
¡Bendita inocencia la mía!
Eso sucedía el viernes y ayer sábado pasé un día difícil hasta que hoy al volver a casa después de comer en el chino de Alicia con Mattin y Odita me he metido en la cama con un dolor de rodilla insoportable, hasta tal punto que me he tomado una pastilla de cortisona y por fin he descansado.
Mi intención es espaciar el tiempo, en vez de dejarla de una manera brutal, ir poco a poco, el llamado método chino que funciona bastante bien para otro tipo de drogas.
Los planes de ayer y hoy han sido fuertes.
Ayer fui a la nueva estación de autobuses, la Intermodal de Bilbao que está funcionando a medias sin gente que atienda a las personas que como yo, llegan sin tener ni idea y se meten en el mundo del futuro para el que nadie está preparado, ni las máquinas ni las personas.
Pasearse por allí es como llegar a Hong Kong y pretender encontrar un profesor de sánscrito.
Nadie me hacía caso, más que nada porque no había nadie que se encargara de atender a la gente, ya que al final, uno que a juzgar por la vestimenta parecía que pertenecía a la empresa, me dijo que no había trabajadores porque estaban en Erte.
Arrastré mi pierna como pude y di gracias al cielo de, por lo menos estar en Bilbao en vez de Nueva York, hablo castellano y me siento con cierto derecho a exigir información.
Llegué a casa destrozada, así como Mattin y Odita que se habían levantado a las siete de mañana para coger un avión de Berlín a Madrid y un autobús de Madrid a Bilbao.
Así que hoy hemos pasado la mañana en Urgencias de Cruces para que le vean las vértebras a Mattin que tenía un dolor insoportable.
Le han tratado muy bien, le han solucionado el problema y ahora todo está en su sitio.











No hay comentarios:

Publicar un comentario