He cometido un error que me ha conducido al aburrimiento y eso es imperdonable en una persona que, como yo, ya tiene una edad y se conoce lo suficiente como para no permitir meterse en situaciones que no son de su estilo.
Se trataba de una webinar relacionada con la escritura, tema que despierta mi interés, siempre que esté enfocada desde la creatividad y no era el caso por lo que me he salido con ese malestar que conozco de antemano y me desconcierta.
He tomado un té Kukisha y cuando estaba en la cocina ha llegado Jaime encantado de la vida porque tenía el plan de ver a Jon Rahm que ha empezado el Travelers con cuatro bajo par.
Me suele gustar ver a Jon si puedo en mi televisión pero no es fácil, hace falta estar suscrito a un canal especial.
Mis hijos mayores son profesionales de golf y están preparados para esos asuntos.
Así que me he olvidado de Jon y he venido al ordenador que es mi fiel acompañante.
Desde la ventana veía llover.
No hay cortinas, tengo suerte, siempre veo verde estando en casa.
Sobre todo, desde el confinamiento he ido notando como el verde ha ido cubriendo las casas que se ven a lo lejos, da gusto.
Vivo cerca de la civilización pero puedo oír y escuchar el canto de los pájaros.
Tenía que editar las fotos que saqué ayer en un paseo encantador que bordea el río Gobela.
Me gustaría saber de árboles, solo soy capaz de distinguir los tilos de mi calle que también están en Zugazarte, las acacias, los plataneros, los chopos y pocos más.
En Neguri hay unas cuantas calles con nombres de árboles.
Poco a poco me voy fijando y aprendo.
Cuando era pequeña y veraneaba con mi familia en Santurce, teníamos dos jardines con árboles de los que me sabía todos los nombres pero cuando me casé y vine a vivir a la margen derecha dejé de fijarme en los árboles, solo me interesaban mi marido, mis hijos y la pintura.
Hace tiempo que me di cuenta de que los árboles eran mis amigos, hacen que me sienta acompañada y segura.
Cerca de Cruces está el parque Munoa con árboles de todas clases, es un buen lugar para aprender a distinguirlos, cada árbol tiene un cartel lo cual me parece interesante pero no se sabe si son autóctonos, incluso hay sequoias que hasta entonces yo solo las había visto en San Francisco, California.
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