miércoles, 17 de junio de 2020

CUATRO MIL CUARENTA Y CINCO












En el punto en que me encuentro solo me queda la risa.
No es una risa definitiva porque con el dinero no se juega, lo cual significa que no tengo intención de tirar la toalla, seguiré luchando hasta conseguir que el banco Santander permita llevarme las acciones de las que soy usufructuaria y también me gustaría cancelar la cuenta que, por lo que me cuentan mis amigas no es fácil, ellas no lo han conseguido.
Debido a que Bankinter con quien llevo años trabajando bastante a gusto, digo bastante porque la gestora que me pusieron al principio es también directora y no se ocupa de mi como me gustaría pero me arreglo hablando con unos y con otros y contando mis problemas una y otra vez lo cual resulta cansino.
Por lo que hoy, cosa rara, he conseguido hablar con Itziar Amézaga.
Ha investigado el traspaso de acciones que hice ayer y estaba pendiente de aprobación en el Santander y ¡cosa extraña! ya no estaba pendiente, sino denegado.
No me ha sorprendido, más bien lo contrario.
Me entra la risa pero no es una risa alegre sino cansina, estoy cansada del tema, resulta aburrido, repetitivo y poco comprensible.
¿Por qué no me dejan marcharme de una vez?
He aprovechado para decirle a Itziar que me gustaría tener un gestor que me haga caso cuando le necesite, me ha dicho que le tengo a ella, no quería soltarme, pero he recuperado mi fuerza y me he puesto seria, le he dicho que necesito alguien que esté ahí, alguien que conozca mis asuntos, estoy hablando de una banca privada.
Al final ha cedido, no le ha hecho gracia pero no le ha quedado más remedio que ceder.
Hay millones de bancos que desean abrir cuentas, ese no es un problema, los problemas suelen venir después.
Así que hoy escribo esta entrada con el fin de mandársela a Ana Botín a través de su cuenta de Instagram, a ver si en vez de enseñarnos cómo hace una tortilla de patata, resuelve los problemas de sus clientes, solo un toque que leerán sus adláteres y me dirán que desean tratarlo en privado, una vez más, lo que es una mentira podrida porque ya les he dado mi teléfono y que yo sepa no lo han utilizado.
No quiero vengarme ni fastidiar a nadie solo poner orden en mis asuntos.
No he buscado yo el trato con el Santander.
Cuando murió mi madre y heredé, todo estaba en el Banco Pastor cuyo director había trabajado para mi padre que había sido agente de bolsa y conocía a toda la familia.
Pero he aquí que Pastor pasó a ser Banco Popular y las cosas empezaron a torcerse, no para mí porque para entonces me había hecho amiga de Jose Ignacio que se ocupaba de mis asuntos con una sensibilidad especial y gracias a él pude vivir tranquila durante unos años.
Lo malo empezó cuando el Santander compró el Popular y Jose Ignacio me llamó para decirme que se iba.
Vi las orejas al lobo y efectivamente, desde entonces todo han sido problemas y sinsabores, salvo en algunas ocasiones en las que he topado con algún ser humano que me ha escuchado y he conseguido ciertas mejoras, por ejemplo la de tener una cuenta a mi nombre.
Desde que me ingresaron en Cruces con leucemia hasta ahora no he tenido fuerza para ocuparme de nada. excepto para aceptar el infierno que supone la quimioteraia y no dejarme comer por la enfermedad.
Todo mi esfuerzo estaba enfocado en tener alto el espíritu.
Ahora he cambiado.
No estoy perfecta ni mucho menos, pero tengo fuerza, nervio y mal humor.















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