lunes, 10 de diciembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS SETENTA Y OCHO







Ayer fui al cine con el único fin de entretenerme. No había nada especial en la cartelera así que me atreví con “Viudas” la película dirigida por Steve McQueen, de la que esperaba algo diferente y tal vez mejor, pero cumplió su cometido.
Todo sucede en Chicago, ciudad maravillosa en la que he pasado buenos momentos.
Recordé algo que me sucedió la primera vez que estuve allí hace mucho tiempo.

Había ido, como casi siempre que salgo de casa, a una conferencia de Prem Rawat y quise aprovechar para ver uno de los varios museo de arte contemporáneo que me interesaba en especial.
Chicago tiene obras de artistas que solo se pueden ver allí.
Me abrigué todo lo que pude para afrontar el frío siberiano y eludí a mi compañera de habitación que quería venir conmigo a toda costa, prefiero ir sola a los museos, no me gustan los comentarios de la gente, interfieren en mis pensamientos y pierdo la claridad.

Casi no había gente por la calle y a pesar de que tenía un mapa no estaba segura del camino, por lo que me acerqué a una persona que vi cerca de mi. Era un negro imponente de buen aspecto, vestido con un elegante abrigo azul marino.
Le pregunté por el museo y me dijo que estaba cerca, que si quería él podía acompañarme.
Acepté su oferta y mientras caminábamos, hablamos.
No recuerdo exactamente el tema pero creo que contesté a sus preguntas.
Cuando parecía que esa conversación superficial había llegado al final, me propuso con naturalidad:

¿Qué te parece si en vez de ir al museo nos vamos al hotel?

A lo que contesté sin alterarme:

No, yo quiero ir al museo.

Y él, que hasta entonces se había comportado como un caballero solícito, me dijo:

Entonces no te acompaño, vete tu sola.







No hay comentarios:

Publicar un comentario