domingo, 23 de diciembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS OCHENTA Y SIETE







Todo lo que escribo, so far, como diría Timothy Leary cuando decidió transmitir su muerte en directo para que la viera quien quisiera, que significa hasta ahora, de momento, está basado en hechos reales que a mi entender, parecen milagros porque así como las cosas, los objetos, los productos alimenticios no vuelan, solo se adquieren, las ideas sí lo hacen pero solo cuando ellas lo desean.
Pienso que no es fácil que lo hagan exactamente cuando yo las necesito y sin embargo, a veces sucede.
Me hallaba sin un libro que me apeteciera de verdad, tras haber leído “Basada en hechos reales” de Delphine de Vigan y aunque bien podría embarcarme en otro de la misma autora, me gustan las recomendaciones de personas de quienes me fío, aunque no siempre son garantía, excepto de que provocan en mí un entusiasmo más certero, pues bien, ya llegó, cuando menos lo esperaba, un nombre, un autor, un escritor: Erri de Luca.
De momento eso es todo. 

Ahora empieza mi trabajo de investigación, de estudio, todo lo que requiere entrar en un mundo desconocido para mí, que es lo que provoca conocer la obra de un escritor.

Los escritores a quienes entrevistan en "La estación azul", programa de RNE que escucho los domingos son buenos pero suelen ser hombres y yo prefiero mujeres, me he cansado de que todo lo que me rodea sea un mundo creado por hombre para los hombres y yo soy una mujer con gustos más bien femeninos, en los que los hombres difícilmente tienen algo que aportar.
Y eso va a más. A medida que descubro y utilizo las cuerdas de mi instrumento realizo que mi sensibilidad acrecienta. 
O me sumerjo en mi propio mundo alimentado por lo que dicta la mística femenina o los hombres despiertan a una realidad suave que acaricie en vez de avasallar.













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