miércoles, 12 de diciembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS SETENTA Y NUEVE







Hoy he publicado un pequeño video que hice hace tiempo en el que hay fotos de mis tres hijos. Las saqué un día que iban a una boda y estaban muy guapos.
Me he emocionado al verles y al mismo tiempo he recordado lo dura que ha sido la trayectoria.
Yo nunca he tenido vocación de madre y el hecho de haber tenido cuatro hijos, ha sido debido a la fuerza de la vida y a mi propia ingenuidad e incapacidad para enfrentarme a lo que se suponía que tenía que hacer.
Me costó adquirir un poco de soltura para poder dar un puñetazo en la mesa y decir ¡basta!.

Ahora me he tranquilizado y me deleita ver a mis hijos, cada uno en su camino.
Agradezco que no me den disgustos.

Recuerdo una de esas tardes que estuve con Jorge Oteiza en su casa de Zarauz y me dijo que los hijos son un accidente biológico.
Se me quedó grabado.
Tuve que hacer un esfuerzo para interpretarlo.

Al volver, estuve tomando algo en Tamarises con Cala Ampuero que era mi íntima amiga en aquel momento y se lo conté.
Era lista y rápida. Me preguntó:

¿Oteiza tiene hijos?

Respondí que no y ella, que tenía dos hijos que vivían con su padre, lo cual no le hacía ninguna gracia, me explicó que es una frase muy bonita pero que las cosas no son tan sencillas, porque están impregnadas de emociones y sentimientos.

Eso mismo pienso yo.
He conseguido desapegarme de mis hijos, lo que deseo es que estén contentos, sanos y haciendo lo que quieran.
Si están cerca disfruto de su presencia y si no, con saber que están bien ya doy gracias al cielo.














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