sábado, 29 de diciembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS NOVENTA Y UNO








Menos mal que escribo porque quiero, porque si lo hiciera para que la gente entrara en mi blog y me leyera, me tomaría unas lindas vacaciones, ya que en navidad son pocos los que se interesan por mis textos.
Escribir un diario requiere constancia y aunque no siempre estoy inspirada, el hecho de hacer el esfuerzo de pensar en las últimas horas vividas, tiene el aliciente de que poco a poco me doy cuenta de lo que realmente me interesa y lo contrario.
Me voy conociendo, creo que es el propósito por el que he venido a este mundo.
En la última clase de Escritura, Íñigo Larroque, el profesor, me dijo que utilizaba en exceso el verbo creer.
Así es, no puedo negarlo, es debido a que hay pocas cosas de las que esté segura excepto de que existo y agradezco la vida.
Me parece un gran regalo y me sigue sorprendiendo a medida que voy cumpliendo años, me conmueve y me detengo cada vez que descubro algo nuevo, me paro y agradezco todo el cuidado con el que soy tratada a pesar de mis miserias que contrastan con mis grandezas, ambas forman parte de un todo.

No sería nada nuevo decir que mi corazón está centrado en mis hijos, tanto si están cerca como si no, el amor no depende de las distancias.
Me cuido muy mucho de no echar en falta a nadie.
A través de la respiración consigo centrarme en el presente y es en ese instante donde encuentro todo lo que necesito .

Estoy leyendo un libro escrito por Erri de Luca llamado “Ni aquí ni ahora”.
Es prosa llena de poesía y me resulta triste a pesar de ser hermoso.
Ya sé que es lo mismo reir que llorar pero yo prefiero reir.








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