sábado, 19 de diciembre de 2020

CUATRO MIL DOSCIENTOS

 




Pertenezco a una familia numerosa y más bien longeva, aunque de los que estaban antes de mí ya se han ido muchos, me refiero a la generación de mis padres, o sea mis tíos, ayer me dieron la noticia de que se había muerto una tía de noventa y seis años y por otro lado que mi hermano Javier, que es el mayor ha tenido una biznieta, así que de los que vienen ahora no me puedo quejar, aunque yo solo tengo una nieta, hay muchos sobrinos que tiene hijos que a su vez también siguen procreando.

Algo parecido es lo que pensé cuando nació mi hija Beatriz, me pareció tan espantoso todo, menos la niña, claro, que decidí no volver a tener hijos, que había muchas mujeres en el mundo que estarían deseando hacer esa labor para que no se extinguiera la especie, pero era tan inocente que tuve tres hijos más y ahora me alegro porque me dan muchas satisfacciones, me siento orgullosa de ellos y además me han cuidado cuando he estado enferma, no sé que hubiera sido de mi si llego a estar sola.

A pesar del dolor que me produce el lumbago y de que solo me apetece estar tumbada, estoy contenta de estar viva, considero que es un regalo maravilloso y además cada día que pasa me encuentro un poco mejor, veo desde la ventana que hace buen tiempo y espero con alegría los días que vendrán y podré salir de casa y llegar hasta Barrica para respirar aquel aire y hacer fotos de ese paisaje que tiene una magia especial. 

Beatriz y Jaime siguen metiéndose en el agua, no sé cómo son capaces de aguantar el frío, mientras yo solo quiero estar en casa calentita y pasando de la pantalla del ordenador a la de la televisión, Dios me proteja.






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